Ojalá que no, pero creo que ha llegado mi hora.
En medio de esta "pandemia" bajo "estrictas" medidas de protección que no van mas allá de las que como ciudadanos podemos implementar, a cada segundo me pregunto: ¿estaré haciendo lo debidamente correcto para protegerme y proteger a mi familia?. La respuesta no la conozco y quizá mucho de ustedes tampoco la conozcan.
Me aterra la idea que nosotros, familiares y amigos resultemos contagiados. En un país con un sistema de salud "destruido" y "todas las esferas" politizadas, las esperanzas de evitar el contagio y mas aún recuperarse de este resultan cada vez mas lejanas.
Las informaciones recibidas por distintos medios atacan la poca esperanza (y cordura) que poseo.
La prensa nacional "pareciera" que no informa la realidad de la situación: muchas noticias de diversos temas, ángulos, aspecto, direcciones, no dan la profundidad debida y un tal "Juancho" en un programa matutino acapara la pantalla de un pueblo inculto y porqué no, alienado.
Cambio de canal y accedo (dentro de lo poco que aún tenemos) a noticias internacionales de Alemania, España, Argentina y el panorama resulta desolador: cifras, gráficos, muestreo, estimaciones, tendencias, que arrojan un panorama "mas tétrico" a mis ya melladas esperanzas. ¿Que hago?
Vuelvo a "mi yo con yo" y retumba la pregunta: ¿será que llegó mi hora?
Yo transito mi quinta década, he vivido mas que lo que me queda por vivir y pienso en son de preguntas... ¿he sido un buen hijo y hermano?, ¿he sido un buen padre y esposo?, ¿he sido un buen amigo?, ¿he sido un buen ciudadano?, en definitiva: ¿he sido un buen ser humano?.
La respuesta no la tengo, pero concuerdo que por mis acciones seré juzgado en este plano terrenal o en otro superior, no lo sé, especulo en función de una creencia.
El municipio donde resido ha sido "cerrado" por los contagios detectados en el mismo y nadie sabe a ciencia cierta el porqué de la medida. ¿Mas política que resultados? posiblemente. Lo cierto es que se ha reducido el transito incluyendo el horario para la adquisición de alimentos, medicinas. No critico la medida. Me aterra lo que pudiera estar detrás de ella.
Los días pasan y sufro una especie de "síndrome de confusión semanal", hay días en que no se que día de la semana es: jueves, domingo, lunes, eso ya no importa, mañana sigue el confinamiento, es decir, otro días mas, un día a la vez.
Por eso creo que:
Ha llegado mi hora porque no veo a la distancia futuro.
Ha llegado mi hora porque mi pasado exitoso no se compara con mi presente y futuro incierto.
Ha llegado mi hora porque he perdido mi libertad.
Ha llegado mi hora porque me reconozco causante de la tragedia de mi país.
Paralelo a esta reflexión "paradójicamente" conservo un halo de esperanza. Debe estar atada a mi condición de humano. Esa esperanza que cada mañana me obliga a levantarme de la cama y brindarle los "buenos días a mi familia"; esa esperanza que me empuja a realizar todo lo necesario por mis proyectos; esa esperanza que ha sido el impulso "de los grandes" de la humanidad. Esa esperanza que a ratos no sé que hacer con ella. Esperanza al fin, esperanza.
A mis amigos cercanos y en la distancia: debemos aferrarnos a nuestra esperanza.
La esperanza de que todo cambiará.
La esperanza de que el bien superará al mal.
La esperanza de una cura.
La esperanza de que nos volveremos a ver y dentro de un fuerte abrazo (a veces con truco) y una sentida carcajada ver un futuro prometedor.
La esperanza de ver a nuestro hijos convertidos en adultos.
La esperanza de vernos abuelos.
La esperanza de morir en paz.
Josean