En los últimos días he sido participe de una serie de acontecimientos, "extraños de por si", y en los que incluso, la "tecnología", sana amiga de este servidor, ha actuado como protagonista ajena pero, de algún modo u otro causante del malestar generado.
En el transcurrir de nuestras vidas, por momentos, y a veces momentos largos, olvidamos que las relaciones humanas van mas allá de un saludo o de un gesto, a veces nos relacionamos como parejas, familiares, compañeros de trabajo, como superiores y subalternos.
Es difícil lidiar con la historia de la gente, con sus vivencias, lo que en otrora fueron y lo que ahora son; esto es la parte vital de esta reflexión.
Resultó ser, que por una torpeza "tecnológica" caí en la desdicha de ofender a una persona de "la tercera edad" (que mala pata), y a raíz de tal situación he tenido que soportar "en carne propia" lo que me ha dado por llamar "Arrogancia Senil".
Todos tenemos historias, yo a mis cuarenta y pico tengo unas cuantas, historias de vivencias y experiencias forman parte de nuestro ser, lo que nos define como seres humanos.
Jóvenes y "viejos", también cuentan sus propias vivencias; muchas veces las historias de estos últimos, vienen cargadas de sentimientos antagónicos, de frustraciones pasadas o de resentimientos no superados, que tienden a ser facturados al primero que se atraviese, a su vez muchas de ellas, cargadas de un entusiasmo pasado que en ocasiones logra estimular al menos pensado; claro está, este no fue el caso.
Consciente estoy que desafortunadamente en el ir y venir, en el intercambio humano de todos los días, a veces no caemos en gracia de los que nos rodean, mala suerte, pero lo importante es que nos esforzamos para que nuestro indice de aceptación social (vista como un tema relacional) sea el mas cercano a "1", lo cual definiría nuestro mediano espíritu relacional de, caerle bien a la gente.
La ofensa directa se debió a un comentario "desesperado" en el cual replique: "acaso este cree que me estoy sacando los mocos", frase esta escuchada por mi interlocutor y asumida como una ofensa personal de este servidor hacia su "Arrogancia Senil", ofendida por demás por una falta de respeto no esperada para su "ilustre" vida de empresario y de su "nivel social". En fin, "la puse".
No obstante ante aquel derroche de irrespeto manifiesto y no teniendo oportunidad alguna de disimulo, afronté el mismo con caballerosidad y elegancia, manifestando por todas las vías posibles mis evidentes "disculpas" ante tal falta de respeto.
El cuento no termina aquí!..., a mi alrededor todo estaba cargado de aquella burla disfrazada de preocupación, no tanto por lo que pasó sino por "de quien" se trataba, sin embargo, a primeras luces todo salió muy fluido ante tal desmán de educación.
Posteriormente y no muy lejos de aquel "desdichado día", me tropecé de nuevo con "el personaje" quién de manera infantil, arrogante y por qué no, con la "arrogancia senil" que lo caracteriza, no se inmutó a dirigir mirada alguna a este "ser humano cualquiera", que días antes había "quebrantado" su "arrogancia social" al permitirse tal falta de respeto.
Claro, debo estar consciente que el tamaño del "atropello" cometido no tiene nombre en el ámbito profesional; sin embargo, fue obvio que mi actitud ante el hecho no fue de esconder, disfrazar o incluso justificar las misma, por el contrario enfrenté la misma de manera estoica y asumiendo las consecuencias directa de mi error.
Es evidente que los años marcan a todos estos seres humanos que habitamos este pequeño punto del infinito, no obstante parte de la filosofía a compartir es tratar de alimentarnos de estos errores cometidos y tratar, de una manera u otra, mejorar y aprender de ellos. Yo lo aprendí.
Meter la pata es "opcional" enmendarlo es "obligatorio".
AJRA